Anglicismos en el lenguaje odontológico

El inglés, como lengua franca de la ciencia, ejerce una gran influencia en la medicina. ¿Cuándo podría un anglicismo representar un problema para la comunicación?

Mario Muchacho

1/17/20242 min leer

A lo largo de la historia, distintos idiomas han dejado su huella en el lenguaje médico-científico.

El griego y el latín moldearon el léxico médico por más de 2000 años. Luego, el alemán y el francés tuvieron épocas de dominancia, hasta que el inglés se consolidó como la lengua vehicular de la ciencia en las últimas décadas.

Esta hegemonía lingüística ha propiciado una gran adopción de anglicismos no solo en la medicina, también en el mercadeo, la literatura y la cultura popular. Esta influencia del inglés no es exclusiva del español y se puede observar en muchas otras lenguas.

En la odontología y en nuestro idioma, un ejemplo característico podría ser el término brackets. Todos lo conocen, de inmediato saben que se trata de aquellos terribles aparatos de ortodoncia, pero muy pocos sabrían llamarle de otra manera.

Se han propuesto alternativas en español como "soporte, aplique o corchete ortodóncico", pero brackets se ha mantenido en su pedestal. Lo mismo ocurre con muchos otros anglicismos que llegaron para quedarse y minan el ejercicio clínico y la literatura, por ejemplo:

  • clamp en vez de “grapa”;

  • capacidad buffer en vez de “capacidad de amortiguación”;

  • biofilm en vez de “biopelícula o placa bacteriana”.

Algunos podrían argumentar a favor del uso de anglicismos por motivos como la brevedad o la internacionalidad. Sin embargo, aunque los anglicismos podrían no suponer una barrera para la comunicación entre profesionales del mismo ámbito, sí podría dificultar la comunicación con pacientes y profesionales de otras disciplinas.

Como traductores, debemos resolver estas dificultades terminológicas para garantizar una comunicación efectiva en todas las situaciones. Estamos capacitados para enfrentarnos a estos extranjerismos y promover la acuñación de términos en nuestro propio idioma.

La riqueza que aporta el inglés al progreso de la ciencia y la medicina es innegable, pero debemos saber equilibrar entre la innovación científica y la lingüística. Está en nosotros dar con el término más adecuado en nuestro idioma nativo siempre que sea posible.

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Y siempre que el cliente lo permita, claro. En caso contrario, puede que no queden muchas opciones. Tal vez puedan compartirles este artículo y espero poder convencerlos.

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